Quizás ése era el error. Que las relaciones no se miden en tantos por ciento, ni en grados. No se reprochan las cosas, sino que se fija uno en los detalles, da igual lo simples que sean, son detalles y con ello basta. Que no se muestra indiferencia, hay que involucrarse. Y que los días que no vengan perfectos, ni risueños, se aceptan, sin buscarle tres pies al gato.
Las cosas son como son, y están de un modo u otro en virtud de cómo actúe uno con ellas, queda en tu mano elegir qué hacer...
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